Empiezo con este texto que es el primero que escribí cuando recién comencé a asumir mi sexualidad.
Negado hace tiempo, hoy confuso pero no
inexplicable… revoltijos en la mente de este hombre biológico. La verdad, la
realidad, la identidad; y todo lo propio de cada uno, por más paradójico que
parezca, es lo que hoy genera que este ser se desconozca y que las dudas, las incógnitas, los
interrogantes y todos sus sinónimos hayan tomado tanta importancia y estén
instalados en su cotidianeidad sin ánimos de desaparecer. Una descripción
trágica, que cualquier persona al leerla pensaría que este sujeto está
paralizado por su problema. No sé si paralizado, porque “el show debe
continuar” (traduciendo la argumentación en términos de espectáculos, y si se
quiere y puede, intentando quitarle dramatismo). Pero sí respirando el miedo de
su atmósfera, que no es más que un resultado de una “pócima”, cuasi un plan
perfecto de origen social, empapado de homofobia, de rechazo machista… de miedo,
al fin y al cabo, de ser atacados por la “enfermedad”, la “perversión”, la
“depravación” que está afectando y desviando a estas sociedades contemporáneas
magníficas, felices, correctas y teñidas de orden y ética. Aunque lo siguiente
resulte contradictorio e incluso genere hasta gracia, pensándolo bien, es tal
cual como lo que se expresa a continuación: las mentalidades de dichos
conjuntos sociales matan el miedo y el “contagio” generando pánico en el
“enemigo”; lo desautorizan, lo limitan, lo degradan, lo acomplejan, lo someten…
y si pueden, lo matan, de modo que nada de esto les suceda a ellos. Por lo
visto, la frase que dice que no hagas lo que no te gustaría que te hagan, nunca
atravesó sus oídos ni tuvo efectos en sus mentes de estructura ortogonal. Y
aunque resulte increíble y patético, por los tiempos de crecimiento y avance en
el que vivimos, la ignorancia está espantosamente presente en el pensamiento de la gente, y esta
es una realidad posible de contemplar en razonamientos y preguntas como las
siguiente: ¿Por qué los enfermos merecen vivir? ¿Qué pasa si instalan su
sexualidad inmunda y confunden a la juventud contemporánea, la contagian?
¿Merecen vivir?
Este sujeto, esa tercera persona con la que
empieza refiriéndose este texto, es quien escribe; es esa persona con pánico, esa
víctima de aquellos “asustados” que decidieron instalarse como jueces y meter
los actuales dogmas sociales respecto a la homosexualidad, para proteger al
mundo rosa y santificado en el que viven.
Afortunadamente, estas molestias constantes (para desgracias de los “machos”),
ese malestar que siento no me impide ser feliz, y no lo hace porque decidí
optar por la razón y por la intuición que tan claro nos muestra qué es lo
correcto y en qué y quiénes hay que enfocarse. Mi Dios, seguro una mala noticia
para los anti-gays, es el mismo que
el suyo y quien los va a terminar sorprendiendo y demostrando quién está más
errado y en dónde está la normalidad, la corrección y la felicidad.
Sin
ánimos de enseñar a vivir o de que se parezca a un texto de autoayuda, pretendo
mostrar qué es lo que pienso: no soy un enfermo, ni mental ni físicamente;
convivo con heterosexuales y no por ello vivo en un estado de excitación
permanente; sé, aunque muchas veces lo ponga en duda y me canse de
replanteármelo, que quienes entiendan esto serán aquellas personas que estén
dispuestas a aceptar y ver con normalidad un asunto tan común y cotidiano como
lo es la homosexualidad; hay que poner énfasis en los pensamientos optimistas y
razonables , y tratar, por más complejo que resulte, de desarrollar la
herramienta del ignorar, como un mecanismo de autodefensa, para así dejar sin
efecto el objetivo de la lacra ya nombrada, de oscurecer los momentos de
nuestra vida. Doy gracias a que tengo salud, por sobre todo mental, la que me
ayuda a distinguir estas cosas y poder etiquetar a estos individuos como lo que
realmente son; y gracias en general a la vida por todo lo que me dio, tomando a
mi sexualidad particular como un obstáculo más de los múltiples que se les
presenta a las personas en la vida y viendo el ejercicio mental favorable que
implica este suceso.
La vida continúa, afortunadamente…
Por favor reflexionemos.
Todos tenemos problemas y necesitamos ayuda.
Descargarse y vivir la vida, es la mejor opción.
Sonreír, amar, cantar, compartir… y también llorar y sacar lo malo, evitando
los prejuicios y todo aquello que nos convierte en esas personas que no
queremos ser.
El futuro: un poco más claro, con ganas de ser óptimo y aspirando a mejorar en
todos los ámbitos posibles de mi vida.
Gracias Dios por dejarme expresar y por ayudarme
a ver el mundo de otra forma. Sé que hay algo especial para mí cuando menos me
lo espere.
Bautista
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