viernes, 26 de julio de 2013

El otro yo perturbador

Y te veo, con la mirada perdida, tus labios contraídos y el dolor resumido en una lágrima. Divagas, caminas sin sentido por senderos grises que te llevan a la nada. Espirales, remolinos, figuras circulares. El infinito. El más allá. El allá que nunca es aquí. ¿Cómo expresarte la forma en que te ves? ¿De qué forma te explico lo que me causa imaginarte?
Tu rostro sucio, tu cuerpo lastimado, tus ropas ajadas. Aquel lino alguna vez inmaculado que intenta esconder tus heridas, pero que se deja caer en el triste destino de terminar percudido por el malestar hecho sangre.
No pierdas el tiempo. Regresa, no necesitas irte. Donde quiera que vayas no está tu renacer; y tal vez aquí tampoco, pero este es terreno conocido y aunque paradójico suene, quizá te queda cómodo. Tus pies están cansados, tus fuerzas no son las mismas; no confías en ti, se ve que no sabes quién eres. Pero qué más da. Nada va a cambiar, el sufrimiento es un componente tan tuyo, que dudo que tengas escapatoria.

Sí, soy tu conciencia, y hoy te obligo a que caigas. 

Federico
junio, 2013

No hay comentarios.:

Publicar un comentario