Sólo quiero que a tu conciencia llegue mi recado: te busqué y te busco.
Escucho tu respiración, el ruido de tus pasos en la lluvia. El gris del cielo te contempla y las lágrimas que el cénit derrama se refugian en tus bolsillos. ¡Qué afortunadas aquellas! Mientras tanto: yo; transcurriendo la cotidianeidad, danzando al compás de las manecillas de aquel reloj que apura mi escueto tiempo. Te busco, espero y desespero. Pero la brisa me mantiene en pié, con su nauseabundo y despiadado optimismo.
Deseo, igual, que a tu conciencia llegue mi recado: te busqué y te busco.
Estás derramando piedras; sé que estás dejando pistas. Y creeme que yo también. Pero una nube de dudas y desencuentros trazan una cordillera en nuestro sendero. Probablemente seamos piezas indiferenciadas en uno de esos juegos de Afrodita y sus secuaces, y estemos sufriendo el combate y la derrota pero sin cruzarnos. Y capaz sea lo más feliz de pensar, porque al fin y al cabo, nuestro encuentro quizás deje víctimas fatales y alguno deba lamentarlo.
Pero sólo quiero que a tu conciencia llegue mi recado: te busqué y te busco.
Ayer éramos dos cuerpos transparentes transcurriendo una dirección paralela. Hoy somos dos hombres que sufren en la búsqueda de su nexo. El destino hace silencio. Yo te espero, vos sos el suspenso.
A tu conciencia, que llegue quiero; que llegue a tu conciencia quiero; quiero, a tu conciencia, que llegue. Que de cualquier forma llegue, que mi recado te llegue.
Federico
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