sábado, 29 de junio de 2013

En vías de desarrollo


Otro escrito del 2012. Lo que digo en este texto tiene su fundamento en mi experiencia personal y en las vivencias de gente conocida. Espero les guste y BIENVENIDOS nuevamente al Blog.


Aceptar la homosexualidad, como ya se sabe y como ya expresé en los textos anteriores, implica cambios. Las líneas, a continuación, demostrarán mi idea acerca de los cambios en la concepción y en la vivencia del amor, en la definición completa de la homosexualidad, en la aceptación de ser gay y en la interpretación, no sé si certera, pero sí más lógica y sana a mi forma de ver.
Según lo vivenciado y según las experiencias de otras personas, la homosexualidad se desarrolla de la siguiente manera al momento de “llegar” a la vida de la persona: en una primera instancia, el sujeto se niega a aceptar que es gay. Luego, cuando se da cuenta que siente atracción por personas de su mismo sexo, se aferra, consciente o  inconscientemente, a una supuesta bisexualidad (algo que no me resulta fácil entender, pero que no viene al caso desarrollar ahora) para evitar aceptar definitivamente su sexualidad, y por ende ve necesario tener una experiencia con alguien del sexo opuesto; no obstante, internamente y un poco más consciente de su sentir -literalmente hablando-, la duda y el planteamiento de un posible fracaso en esta decisión de probar, torna insegura a la persona. Por último, por así decirlo, uno mismo (a esto lo hablo desde lo vivido), en muy poco tiempo y después de una larga meditación y de un replanteamiento de una serie de tópicos relacionados a la sexualidad, percibe un quiebre, un “clic” en su mente, y es ahí cuando se percata y asume (de más está decir que internamente) que es gay.
La etapa en que uno se plantea la bisexualidad, es difícil en el hecho de que uno está constantemente viendo la forma de negarse a lo que le pasa, de plantear esto nuevo como una infelicidad eterna, como una suerte de apocalipsis. Lo que se piensa, o lo que uno intenta pensar, es que uno sólo es capaz de amar a alguien de su sexo opuesto, y consecuentemente que es totalmente incapaz de enamorarse de alguien igual a uno mismo. Para un hombre que cotidianamente se siente excitado al ver a otro hombre, empezar a pensar en que siente necesidad de entablar algo más que una amistad con una mujer, es algo que lo alarma, que lo “desnuda”, que lo hace sentir indefenso y perdido. Es entonces que uno no sabe qué hacer, cómo actuar, y en consecuencia, en el momento en que debe probar su sexualidad biológica y después de un análisis incansable, logra asumir que gay. Es preciso aclarar algo: creo que a la mayoría le pasa lo mismo, de pensar que uno está usando a esa persona del otro sexo con la que intenta algo para sacarse las dudas; y hay que darse cuenta de que no es así. La persona está bastante cegada en este momento y pone lo mejor de sí para hacer feliz a la otra persona. Pero, se da cuenta que la felicidad que cree y que le enseñaron que va a ser concreta únicamente si está al lado de alguien sexo opuesto, no es tan cierta; que la felicidad de uno no debe depender nunca de la aceptación social, y que pensar y encerrarse en eso, es condenarse uno mismo a ser infeliz para hacer felices a quienes no lo merecen, a aquellos que tienen una concepción bastante primitiva de la felicidad y de la normalidad.
Posterior a todas esas “especies de fases” por las que uno atraviesa, se comienza a pensar el amor en la homosexualidad, en la necesidad de contención, lógicamente sexual, pero por sobre todas las cosas, sentimentales; los gays sentimos, amamos, queremos a alguien a nuestro lado para dar y recibir, para compartir. El sexo en los homosexuales cumple el mismo papel que en los heterosexuales; se lo vive igual, dado que, como ya expliqué en otra oportunidad textual, ser gay no es sinónimo de perversión, de lujuria, de sida, de promiscuidad, ni mucho menos. Pero esta instancia es compleja en el hecho de que uno no sabe cómo o dónde puede llegar a conocer a alguien.
La homosexualidad, hasta que no está asumida públicamente y hasta que uno se libera de los prejuicios, instala el ejercicio constante del autoanálisis, de la necesidad de darle un rumbo a la propia vida, de allanar el terreno para evitar sorpresas no gratas, entre otras cosas. Por ende, quien escribe piensa que hay que tomar la homosexualidad, como ya lo dijo otras veces, como un obstáculo más en la vida, que si toma gran magnitud, es únicamente porque uno lo permite,  dado que en cierto modo uno regula cuánta importancia debe darle a las cosas. Si bien no es de los obstáculos más fáciles por todo lo que conlleva, tal vez tomarse el tema con tanta importancia sea actuar como un masoquista. La homosexualidad no condena a la infelicidad; dado que uno mismo es únicamente quien puede decidir cómo vivirla y cómo tratarla. En síntesis: uno es lo que decide ser.
“Después de la tormenta sale el sol”, dice una frase, y sin intenciones de ser cursi la tomo para explicar que, después de asumir el tema-problema del que estuve hablando, habrá una recompensa y vendrán tiempos de calma; pero sólo si uno se lo permite.
Federico
17/07/12






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