sábado, 24 de enero de 2015

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Vi a un clavel del aire exhalar la muerte consumida Vi una mancha de café en mis telas como arte e incomprendida
Senti el silencio y la equivalencia de su pureza en tu sonrisa
En sus sonrisas
Como un niño de cabecita permeable, puro de alma, nuevo de corazón Como una controversia entre el roce de nuestra piel y la confusión en la razón Como todo esto y nada de aquello, así será quitarle los lienzos a nuestra inauguración
Música de entre tus huesos, incertidumbre que expande su agonía en tu garganta La dificultad de estos días; la poesía en nuestras teclas, en nuestras vías
Ultrajadas nuestras neuronas, cuerpos divididos que se cruzan preguntas Respuestas que ni en potencia se sueñan, más que en vida si resultan
Cuanta alegría, cuanta energía. Cuantas risas, cuantas ilusiones sentidas.
-"Cuánto falta para llegar?" -"Lo mismo que para caminar. Lo mismo y suficiente para decir que yo quiero esta vida."
Federico

Aquellos días

Un día perdido desperté en maderas Con los pies descalzos, con los ojos vastos De sueños inquietos, de besos no dados.
Un día más tibio amanecí en primavera Con aroma a flores y mi piel en llamas Con rastros de hadas; sin tus manos osadas
Un día en sueños me sumergí en el otoño Besé la sequía y perdí el horizonte Me ahogué en los recuerdos, lloré por las noches
Con la cruel escarcha me cubrí en invierno Me limpié las botas, me inmiscuí en tus miedos respiré vahos de menta y juré por los cielos.
Una tarde amarilla como un canario triunfante en la ilustre ventana escuché penoso el crujir de las notas en tu cantar sinuoso
Verano no llegaste y eras mi esperanza Hoy espero tieso el verde de tus palmas Hoy te quiero y siempre, hoy te guardo en miradas.
Federico

Hoy pido

Que tus manos recuerden el ultimo gesto que le donaron a mi tacto. Que tu aroma perdure en los lienzos de mis aposentos. Que las caricias atraviesen mis órganos y se expandan en mi cuerpo. Que tus brazos no absorban hasta la desaparición la marca de mis labios.
Hoy pido eso. Tal vez mañana no te conozca.
Que las risas aturdan los oídos atentos, las miradas perplejas. Que las campanas retumben y que los árboles lloren la perdición habida y la risa resquebrajada. Que la ciudad estalle y que los hombres desesperen al ritmo de tu latir furtivo. Que el asfalto cobre vida y que la resurrección no te toque. Que el agua sienta miedo, que el viento se haya muerto.
No me pidas coherencias, no me pidas lógica, porque... hoy sólo pido eso. Mañana no sé. Incluso, en 10 minutos puede que me haya extinguido.
Las hojas habrán pasado, se habrán gastado y hasta habrán hablado. Tu pelo se habrá engrisado, tus labios se habrán ajado. Tu latir habrá calmado, tu sonrisa habrá cesado. Mas mi cuerpo ya se habrá desgarrado; mas tus ojos se habrán secado.
El final no está contado y suscita angustia. 
Angustia. Espera huelo. Huelo, y creo que hasta la toco.
O será, bien, que es porque a ti no te toco.

Federico


Palabras desesperadas

Por ahí andamos... vos y yo. Buscando estamos: el paraíso cercano, el sentimiento eterno, el vuelo sin alas, el beso sin peros. Tus labios derrotan las utopías pasadas, los habitantes del closet, las miradas temerosas y las uñas que rasgan nerviosas mis anhelos. Encontré en el fondo de ese iris-arco un sueño miedoso y un pedido de rescate, y luego, en el instante siguiente, junté unas monedas de mi bolsillo y las convertí en millones para saldarlo y así creer erradicar mi frío. Esa pieza de ti, pequeña pero la única indispensable, fue el último peldaño al que escalaste y al que juraste gratitud infinita, amor intenso, guardia nocturna. El mismo te completó y me demostró; tu punto débil, la "constancia" para lograr hacer "pública" tu meta, y el pacto ensangrentador y compañero. Luego de las líneas de tiempo, del humor necesario, de los ojos obnubilados y el rugir del roce de nuestros planos, el futuro se abalanzó al fuego y se quedó mirando. El crujir de mis entrañas sentí, cuando la esperanza cayó al abismo, cuando el espejo del cuento de hadas dio su ultimatun y condena, y cuando el verdugo gris calló el grito desgarrador. Vos caminabas. Yo, a pesar de todo, caminaba. Los locos se callaban, pues ya los pasos le marcaban al reloj el inicio de su danza sin noticias de final. Un recuerdo se grabó y unas palabras dije a Dios. El reloj por suerte no cayó y el mago del olvido no llegó.


Federico