Presentía que el mundo se le venía abajo y una voz le
acobardaba. Bajaba la cabeza, pero los fantasmas lo atravesaban. Corría, pero
el piso retrocedía y entonces cada paso que daba era en falso. El resto de los
habitantes de su planeta lo despreciaban. El día sólo era noche y la luna,
deprimida, no salía a dar su bendición. Sin embargo, paulatinamente, alma y
razón comenzaron a entrelazarse y empezaron a allanar el camino (siempre supo
que el cerebro era su segundo órgano favorito y que la razón no debía ser
obviada). Los fantasmas disminuían; los habitantes: eran transparentes o
simplemente ya no prestaban atención, pues la víctima variaba. Los componentes
de su corazón le hacían sonreír y continuar, ya que la pena de a poco se esfumaba
y como resultado estaba algo desgastada, un tanto difusa. Mañana no era hoy y
así nada se podía adelantar… afortunadamente. Dolores añejos visitaban su
cuerpo, pero cumplían su ciclo; al fin y al cabo, la felicidad consistía en
momentos que se alternaban, de modo que pudo comprender el porqué de cuando le
dijeron que valdría la pena pero que no sería fácil ni mucho menos libre de
tristezas.
Su transcurrir le resultaba monótono. La soledad sentimental
le aquejaba un tanto. Una extraña sensación entre vacío, cansancio y una rutina
agitada, no contribuían a que el sujeto se planteara un cambio considerable. El
sendero allanado tenía planes de ensancharse aún más, pero tomar la decisión de concretarlo no era fácil.
No era común en él proyectar demasiado a futuro, o al menos
no temas claves de su vida, ya que no era el ser más optimista y sabía entonces
que pensar en exceso no lo iba a ayudar. Sucesos de todo tipo se desarrollaban
en su vida, nada extraños ni tampoco épicos; nada decisivos, ni tampoco emocionantes.
A veces sentía miedo a que la invariable tonalidad de su vivir provocara un
quiebre en su vida y esto lo desestructurara un poco. No era propenso ni
alentador de los cambios bruscos ni tampoco de aquellos un tanto grises al
comienzo. Era bastante cobarde, no obstante algunas veces su valentía le
sorprendía. No es que tenía dudas acerca de sí mismo, sino que algunas veces
desconocía ciertas actitudes y decisiones que tomaba.
Federico